Patología de la memoria
Edmond Amran el
Maleh (Safi, 1917- 2010) es novelista y ensayista marroquí
. Es autor de Recorrido inmóvil (Ediciones Libertarias-Prodhufí).
Bajo el título
de Memoria rota de los judíos del norte de Marruecos (EL PAÍS,
29-03-06) y con motivo del cincuentenario de la independencia de Marruecos, la
escritora Esther Bendahán realiza un análisis pretendidamente histórico sobre
los judíos del norte de Marruecos. Sigamos su recorrido, que nos conduce a un
juicio inapelable, resumido en esta fórmula lapidaria: "De los judíos que
allí vivieron durante siglos, sólo queda la memoria rota". He aquí una extraña
patología de la memoria que deja perplejo. Pero veamos las cosas de cerca. En
su obra de obligada referencia, Une histoire de famille, Joseph
Toledano desvela que Dahan o Bendahán es un patronímico de origen árabe,
relativo al oficio de pintor, barnizador, un apellido muy común compartido por
judíos y musulmanes.
Por otro lado, la
escritora es originaria de Tetuán (salvo error por mi parte), una ciudad
heredera de la cultura andalusí, difícil de presentar en fragmentos, pues
introduciría separaciones en esa cultura real, sólidamente asentada desde
siglos, en la que se manifiestan las aportaciones judía, andalusí, árabe,
bereber o castellana, en un entramado complejo de enorme creatividad.
Continuemos.
Sírvanos por el momento una información muy significativa: Esther Bendahán usa
como argumento, ya en las primeras líneas de su artículo, el reciente viaje
efectuado a esa ciudad, probablemente en 2005, por unas trescientas personas
que visitaron lo que queda de la judería y del cementerio. Precisa que esta
visita se hizo bajo la protección de la Policía y del Ejército, ¡nada menos!
Pero no menciona que ese cementerio, que tras tantos años no ha sido abandonado
ni saqueado, es el testimonio vivo de una presencia milenaria en esta tierra.
Sus tumbas son sencillas lápidas cubiertas por dibujos antropomórficos,
símbolos enigmáticos de una cultura extraordinariamente original. Olvida que
con el aval del Estado de Israel, los activistas sionistas, para borrar toda
huella de la presencia judía en Marruecos, como en otros países, se dedicaron a
desenterrar los restos de los rabinos para transferirlos a Israel. ¿Quién
entonces se afana en eliminar y destruir el testimonio de esa presencia
milenaria judía, parte integrante de la realidad del país?
Quizá por la misma
época de la visita escenificada por la escritora como llena de peligros, para
señalar que ahí yacía "esa memoria rota", tenía lugar en Tetuán una
manifestación muy significativa. La Fundación Edmond Amran el Maleh acababa de
organizar, el 2 de junio de 2005, un coloquio sobre el patrimonio musical
andalusí y la contribución de los músicos judíos marroquíes. Las sesiones se
desarrollaron en un ambiente festivo en la Delegación Provincial del ministerio
de Cultura, clausurándose con un emocionante concierto interpretado por la
orquesta del Conservatorio, que permitió a los asistentes disfrutar por primera
vez de algunas composiciones de esos mismos músicos judíos, herederos de la
tradición judeo-andalusí. El acontecimiento fue ampliamente recogido por la
prensa nacional, y no es necesario extenderse más para convencerse,
contrariamente a las aseveraciones fantasmáticas que expone la escritora, de
que no hay nada que pueda testimoniar de esa "memoria rota"... Dicho
de otro modo, nada que permita afirmar la destrucción de las huellas de la
memoria de la presencia judía como elemento constitutivo del país.
Para botón, basta
la muestra de las actividades que desarrolla la Biblioteca General de esa
ciudad. Su director, Abdelaziz Achahbar, tenaz investigador, lleva un combate
incesante por la salvaguardia del patrimonio judeo-andalusí, custodiado en un
fondo que, además de suCuadernos y otros valiosos manuscritos,
cuenta con monografías eruditas sobre poesía, romanceros o composiciones
musicales. Recientemente ha publicado un texto, con reportaje fotográfico
incluido, en el que demuestra que el Mellah de Tetuán, su judería, caballo de
batalla de la argumentación de la señora Bendahán, nunca fue un gueto de reclusión,
sino unos barrios en el seno mismo de la medina, abiertos a la circulación y al
intercambio. Incluso vivían en él familias musulmanas. ¿Qué ha conducido a la
escritora, a través de ese gesto, que casi podríamos calificar de
autodestructivo, a esa suerte de negación de una cultura de la que, sin
embargo, es heredera? Se advierten a lo largo de su análisis, contradicciones
involuntarias que demuestran la confusión y la falta de fundamento de un
escrito que, por desgracia, se asemeja mucho a toda una corriente de literatura
que lleva el mismo sello: una negación de nuevo cuño cuyo origen puede situarse
en la matriz de la ideología sionista. Se manifiesta en un comercio floreciente
de libelos y otros escritos empeñados en querer presentar a Marruecos como un
infierno para los judíos, que se sentirían aquí como un cuerpo extraño
esperando ser liberados.
No está en mi
ánimo iniciar una polémica inútil que iría en contra de la preocupación por
preservar cierta verdad. Pero es forzoso constatar que cuando la señora
Bendahán aborda la cuestión de la emigración masiva de judíos marroquíes,
verdadera tragedia que comenzó en 1948 con la proclamación del Estado de
Israel, guarda silencio sobre las responsabilidades determinantes de éste y de
sus organizaciones sionistas, que emprendieron un intenso trabajo de propaganda
y obra de zapa en ciudades y entre las comunidades bereberes del Alto Atlas,
sembrando el pánico y obligando a salir del país a poblaciones enteras. De esta
tragedia, Esther Bendahán sólo se acuerda del naufragio delPiscis en
aguas de Alhucemas, el 11 de enero de 1961, en el que pereció casi la totalidad
de los emigrantes clandestinos judíos marroquíes que en él viajaban. Presenta y
califica textualmente el acontecimiento de tragedia que "marca profundamente
a los judíos marroquíes y en Israel son los héroes de esta comunidad", en
la misma línea de los círculos dirigentes israelíes y sionistas que quisieron
convertir el naufragio del Piscis-Ergos en el símbolo que
selló un momento crucial en la historia de los judíos marroquíes. Después de
este suceso, las salidas masivas del país pudieron realizarse con el
consentimiento tácito de las autoridades. Habrá que decidirse un día a
denunciar los sórdidos regateos que permitieron cerrar los ojos ante ese éxodo,
contrario a los intereses del país y a la justa causa del pueblo palestino, al
suministrar al Estado de Israel hombres y mujeres que dieran consistencia a su
ocupación colonial, además de una fuente de mano de obra barata.
La señora Bendahán
concluye por un reto: "Que sean los ciudadanos marroquíes (...) quienes
sepan distinguir el conflicto con Israel de la violencia antisemita en contra
del pueblo judío y se enfrenten por propia iniciativa y con vigor a las
atrocidades cometidas por los fanatismos". Puede estar segura de que
Marruecos, desde el pueblo colectivamente hasta su más alta autoridad, Mohamed
VI, nunca ha cedido a ninguna tentación de mezclar su apoyo sin fisuras a la
causa del pueblo palestino con cualquier forma de antisemitismo. Fue la nación
en su unanimidad la que se levantó sin distinción ninguna en mayo de 2003 para
condenar los atentados terroristas de Casablanca, y ello a pesar de la
virulencia de las prédicas extremistas. ¿Dónde está pues ese fanatismo que
quita el sueño a Esther Bendahán?
Edmond Amran el
Maleh (Safi, 1917- 2010) es novelista y ensayista
marroquí. Es autor de Recorrido inmóvil (Ediciones
Libertarias-Prodhufí)